En Colombia, este oficio tomó interés en 1760, gracias a
que José Celestino Mutis llegó a la Nueva Granada y proyectó un plan educativo
que buscó potencializar el impulso de ciencias menores con la creación de
colegios o academias de formación y la enseñanza pública en el Nuevo Reino; sin
embargo, su plan se truncó desde los primeros años de la República hasta
finales del siglo XIX.
Las principales razones que atrasaron los avances científicos y tecnológicos en la Colonia fueron el aislamiento de la Península Ibérica del resto de Europa, que desligó la práctica dental en Colombia de la influencia de las corrientes europeas, y la política de privilegio intelectual y de formación científica, netamente militarista de restricción, bajo el mandato del General Pablo Morillo, Comandante de los Ejércitos Realistas. El médico del Rey, conocido como protomédico, era quien practicaba las extracciones dentales, aunque legalmente este procedimiento sólo lo realizaban personas autorizadas. Los barberos, los herreros y los flebotomianos o sangradores, carentes de entrenamiento, se encargaban de la extracción dental, punción de abscesos, aplicación de cataplasmas, este último se trataba de un tratamiento tópico externo de consistencia blanda y húmeda que se aplicaba con varios efectos medicinales especialmente calmantes y antiinflamatorios en las encías con el objeto de tratar el dolor agudo, que desde esa época se llamaba odontalgia. Muchas veces se les calificaba con el apodo de “sacamuelas”, a quienes desarrollaban una práctica ambulante y viajaban por los pueblos con sus puestos de atención e incluso marchando con los ejércitos y asistiendo a los soldados. Fue un periodo de relativa estabilidad social, pero de estancamiento técnico para aquellos que ejercieron incipientemente la dentistería en los centros urbanos.
Las principales razones que atrasaron los avances científicos y tecnológicos en la Colonia fueron el aislamiento de la Península Ibérica del resto de Europa, que desligó la práctica dental en Colombia de la influencia de las corrientes europeas, y la política de privilegio intelectual y de formación científica, netamente militarista de restricción, bajo el mandato del General Pablo Morillo, Comandante de los Ejércitos Realistas. El médico del Rey, conocido como protomédico, era quien practicaba las extracciones dentales, aunque legalmente este procedimiento sólo lo realizaban personas autorizadas. Los barberos, los herreros y los flebotomianos o sangradores, carentes de entrenamiento, se encargaban de la extracción dental, punción de abscesos, aplicación de cataplasmas, este último se trataba de un tratamiento tópico externo de consistencia blanda y húmeda que se aplicaba con varios efectos medicinales especialmente calmantes y antiinflamatorios en las encías con el objeto de tratar el dolor agudo, que desde esa época se llamaba odontalgia. Muchas veces se les calificaba con el apodo de “sacamuelas”, a quienes desarrollaban una práctica ambulante y viajaban por los pueblos con sus puestos de atención e incluso marchando con los ejércitos y asistiendo a los soldados. Fue un periodo de relativa estabilidad social, pero de estancamiento técnico para aquellos que ejercieron incipientemente la dentistería en los centros urbanos.
Para la extracción de piezas dentales empleaban
diferentes herramientas y métodos, tales como, sujetar firmemente la muela con
una correa o cuerda y ejercer tracción sobre ella o amarrar el diente a un
objeto estático, estable y firme, de tal forma que cuando el paciente se
alejaba bruscamente se lograba el procedimiento. Además, usaban cuchillos,
trozos de madera, puntas de espada e incluso bastones a manera de cincel o
elevador, y llaves inglesas o pinzas de garengeot a manera de fórceps. No se
usaba anestesia, se consideraba un acto de valor permitir esto a sangre fría.
En 1825, el dentista Francés Henri Fonvielle trajo al
país avanzadas técnicas odontológicas, con el fin de enseñar su arte a muchos
aficionados. Desde ese momento, el término barbero se reemplazó por dentista.
El primer Colegio Dental de Bogotá se fundó en 1888, gracias a Guillermo Vargas
Paredes, padre de la Odontología en Colombia, y a Alejandro Salcedo y Nicolás
Rocha Caicedo; constituyéndose en el primer centro de formación profesional
odontológica en Colombia. Inició actividades el 2 de enero con ocho alumnos y
un plan de estudios de dos años.
En 1905, se reglamentó por primera vez el ejercicio de la
Odontología, durante el gobierno del General Rafael Reyes. En 1926, un grupo de
odontólogos fundó la Federación Odontológica Colombiana para fortalecer la
profesión gremial, científica y académica. Al año siguiente se creó la Facultad
Nacional de Odontología en la Universidad Nacional, anexa a la Facultad de
Medicina; en 1930, se decretó su organización y en 1932 entró en
funcionamiento. Gracias a la dirección del Doctor Alberto Gaviria Botero, en
1941 se elevó a la categoría de Facultad Mayor, con el nombre de Facultad de
Odontología. La Facultad de Odontología de la Pontificia Universidad Javeriana
fue la primera de origen privado en el país, fundada por profesores de la
Universidad Nacional de Colombia el 23 de octubre de 1950, que inició
actividades el 20 de febrero de 1951.